viernes, 2 de diciembre de 2011

Aire

Hoy voy a contar una historia de amor que todavía no tiene final.
De todos mis amigos, Lucas Enarde fue el más audaz, vivía el día a día y nunca en la vida se arrodilló ante alguien. Era aventurero, un campeón con las damas, un camaleón que cada noche se llevaba como premio el corazón (y hasta alguna prenda atrevida) de una muchacha crédula. Creía auténticamente que la vida era muy corta como para desperdiciarla sufriendo por una mujer.
Lucas nunca se dejó enamorar, aunque siempre estuvo acompañado. Con el tiempo perdimos la cuenta de cuántas chicas pasaron por su cama, y a medida que crecía ese número, más pena le teníamos. De nuestra pandilla todos se casaron, algunos tarde y otros muy temprano, incluyéndome a mí, que creía nunca encontrar a mi alma gemela. Cada vez que expresaba ese temor, Lucas se reía un buen rato y me decía "no existe el alma gemela, macho, existen la química y las ganas de ponerla cada día"
El tiempo nos jugó en contra en nuestra amistad y la vida misma nos separó. La familia, la facultad, luego el trabajo se encargaron de evitar que piense en él, y con los años se hizo un fantasma... que volvió un domingo al mediodía.
Me lo crucé en la calle, y apenas lo reconocí. Aunque calculé que tenía unos 46 años, parecía de 60. De la sonrisa de galán quedaban pocos rastros, arrugas que no sabía que podían existir le rodeaban los ojos antes tan joviales, y el físico de nadador se había consumido en un esqueleto.
Caminamos por horas, y me contó su historia.
Lucas Enarde se terminó enamorando. Se volvió loco por una muchachita rubia y bajita, Carolina, con sonrisa fácil, que nunca se propuso enamorarlo. Y eso lo enamoró. 
"No te puedo explicar lo que fue, amigo. Me encontré muerto de amor, y no pasa un día sin que piense en ella. Es mi mejor amiga, mi compañera. Es mi alma gemela, es el centro de mi mundo. Nunca le dije que la amo, por miedo, ¿sabés? Mil veces traté de decirle, pero siempre me quedaba sin aire, y pensaba 'mañana es otro día'. Y por más que se haya casado, sé que siempre hubo algo entre nosotros que nadie ni nada va a poder cambiar. Hace un mes un hijo de puta le quiso robar y se terminó llevando su vida."
Con una mirada triste me miró mientras yo luchaba por no llorar con él.
"Desde que me enamoré, nunca sufrí tanto." Lentamente sonrió "Pero qué feliz que fui. Y sigo esperando el día que cuando nos reencontremos, le diga cuánto la amo"
Nos despedimos prometiéndonos que el domingo que viene nos juntábamos a comer un asado y jugar un partido con los demás. Quería hacerle bien, quería que sea un poco feliz, pero a dos días del domingo, el teléfono me comunicó, a través de un amigo: "Enarde se pegó un tiro"
Lloré mucho, y aproveché para decirle a mi mujer que la amo y que agradezco a Dios haberla conocido. En el velorio me dieron una carta sellada con mi nombre, de parte de Lucas.

"Me mato porque tengo que decirle que la amo. Esta historia no termina nunca, compadre. Muchos la sufren, hay muchas versiones de Carolina por todo el mundo, y hay muchas personas que todavía no tienen el aire suficiente para decir 'te amo'. Los dos tenemos suerte de haber encontrado a nuestra persona, vos tenés más por poder pasar el resto de tu vida con ella. Hay otros que tienen una Carolina y ni se dieron cuenta, hay algunos que van a tener la suerte de acompañarlas para siempre. Y por último, estamos los que estamos por decirles que son nuestra vida.
Gracias amigo. Viví con tu Carolina"

You never know when you might take your last breath...so take a deep one tonight.

No hay comentarios:

Publicar un comentario